TODO LLEGA, Y LLEGA EN SU JUSTO MOMENTO
Enrique Pinti (La Nación)
Pocas cosas son más fáciles, rápidas y destructivas que las falsas noticias.
En el ámbito privado, en el público y en el político, producen los mismos efectos de las piedras en el agua calma de un lago. Las ondas expansivas de la pedrada pueden alterar la tersura y transparencia de la superficie y, si son muchas y continuadas, traer desde las profundidades monstruos dormidos y podredumbre oculta. La falsa noticia es prima carnal de la calumnia, que, una vez echada a rodar, enloda honras y arrastra consecuencias difíciles de predecir, y mucho menos de parar. Nadie está exento de ser erróneamente acusado, surgirán de la nada testigos falsos que, por unos pesos o seducidos con promesas de ascenso social y figuración, no vacilarán en mandar a la guillotina al más santo, asegurando que vieron lo que no vieron y que estuvieron donde no estuvieron.
Pero, así como es fácil mentir, es igual de fácil desmentir y confrontar "mi palabra contra la tuya". Esto, claro, teniendo por seguro el hecho de que nuestra fama es impecable y que nuestra historia de vida es un dechado de virtudes. Pero ¿qué pasa cuando el acusado no tiene buenos antecedentes y ha metido la pata más de una vez? Muy fácil…, se lo condena por portación de pasado, o de cara, o de status económico y social, Así, el rico será sospechoso por rico y el pobre por pobre; por supuesto, el rico generalmente tendrá acceso más fácil a buenos abogados capaces de hacer absolver a Jack el Destripador (si hubiera sido descubierto).
De todos modos, ante cualquier acusación, aprendamos de los políticos del mundo. Ellos nunca hicieron nada malo y, a menos que pierdan una guerra, jamás serán juzgados. Y cuando hablo de políticos no me refiero sólo a los profesionales y/o militantes activos de cualquier partido, sino también a banqueros, sindicalistas, grupos empresariales con fuerte presencia en los círculos del poder y figurones mediáticos líderes de opinión y con fuerza suficiente como para influir en la masa popular con juicios, apoyos y rechazos. Ellos, con la sartén por el mango (y el mango también) como dice la genial María Elena Walsh, apelarán siempre a la teoría de la "mano negra", que, como las brujas, las hay, pero a quienes últimamente se ha invocado más veces de lo necesario.
"Las manos negras de la campaña en contra creada por intereses opositores que quieren poner palos en la rueda que conduce a nuestra Patria a un franco camino de recuperación y que sacan de contexto nuestras palabras, tergiversando su verdadero sentido y amenazando nuestra democracia, que no caerá bajo la embestida de nuestros enemigos." Memoricemos este párrafo, que puede servirle a Bush y a Chávez pasando por Kirchner, sin olvidar a los anteriores "genios" privatizadores, mesías populistas y uniformados tristemente célebres.
Contra las supuestas manos negras no hay otro antídoto que la acción para corregir los errores que señalan nuestros "enemigos". La sola denuncia sobre su existencia no alcanza, y la mejor manera de desbaratar campañas es hablar menos de ellas y hacer obras que destruyan argumentos sin base sólida.
Todos sabemos que los que no nos quieren triunfan por nuestros errores más que por sus propias intrigas. De nada vale entonces rasgarse las vestiduras y, con ojos de carnero degollado, bramar en diatribas melodramáticas que calman los nervios, pero oscurecen más que aclaran. Contra la calumnia, la honestidad, el humor, el sarcasmo y la inteligencia son armas más poderosas que la ira y la venganza. Claro que para llegar a usarlas con propiedad hay que hacer un trabajo de autocontrol, mesura y paciencia.
Es lo que podría llamarse "método Montecristo": la novela de Dumas ha atravesado tres siglos reivindicando la lucha contra la calumnia y dando esperanza a todos los falsamente acusados, demostrando, de paso, que aun vengándose de todos sus enemigos lo único que sostiene al misterioso conde es la búsqueda de la verdad a través del amor, que termina por vencer al odio ajeno, pero también al propio. Todo llega, y llega en su justo momento, y aunque nos parezca demasiada lenta, la Justicia termina por imponerse; sólo hay que tener salud y vida para poder gozar del dulce "plato frío" que nos compensará por tantos tragos calientes y amargos.
